Otello de G. Rossini. Barcelona, 03-II-2016.
El penoso Otello de Verdi que se está representando estos días en Barcelona ha servido de excusa para programar dos audiciones del Otello de Rossini, una ópera de enorme belleza que no se había escuchado en el Liceu desde 1877. Hay que celebrar, sin duda, que lo haya hecho con un reparto de aceptable calidad, a pesar de una verdadera avalancha de bajas y sustituciones. Esta extraña epidemia ha afectado también al Otello verdiano y va camino de afectar también el conjunto de la temporada, lo que no deja de ser un reflejo, en buena medida, de la falta de preparación y solidez técnica de muchos cantantes, pero también de una patente incompetencia por parte de agentes, directores artísticos y gestores diversos. Con todo, el Otello en cuestión se saldó con un notable éxito y debe considerarse lo mejor de la temporada en curso, sin perjuicio de que las cosas no hubieran podido salir mejor con una mejor planificación y una mejor elección del reparto ya de buen comienzo.
Gregory Kunde, a sus 62 años de edad, se permite el lujo y la temeridad de alternar el Otello de Rossini o Roberto Devereux con el de Otello Verdi y Manon Lescaut. Pero a estas alturas, tan sólo el tercio agudo de la voz conserva su impactante sonoridad (aunque no se trata en ningún caso de la sonoridad de un tenor spinto capaz también de plegar la voz a las exigencias belcantistas, como se podría pensar a partir del repertorio practicado). La aridez y desguarnecimiento de la voz es ahora más evidente que nunca. No hay rastro de morbidez; el canto ligado y la dinámica brillan por su ausencia, la afinación oscila y las agilidades se negocian con fatiga e inexactitud. Es cierto, sin embargo que Kunde logra suplir parte de estas carencias declamando más que cantando, recitando con autoridad y, sobre todo, echando arrestos sobre el escenario. Pero ello no basta para hacer justicia a éste u otro personaje.
El rival de Otello, y triunfador de la noche, fue Dimitry Korchak, que relevó meses atrás al anunciado Lawrence Brownlee. Korchak sorteó con coraje los numerosos escollos del papel; cantó con corrección, musicalidad y atención al texto, y se entregó sin titubear a los pasajes acrobáticos. De todas formas, en su canto se echa en falta una emisión más homogénea e in maschera (se apoya demasiado en las cavidades nasales, a veces en la gola); falta también más diversidad de colores y dinámica, legato de alta escuela, messe di voce y demás recursos que son propios del tenor contraltino.
Jessica Pratt se incorporó al equipo de este Otello a última hora (dos días antes del concierto reseñado estaba cantando Sonnambula en Bilbao), en sustitución de Julia Lezhneva, que, si hay que dar crédito a la rumorología, llegó a los ensayos sin saberse la cuartilla. Pratt dispone de una bella voz de soprano ligera, de notable expansión en la zona aguda y sobreaguda, que exhibe con natural facilidad; por contra, el centro y grave de la voz son débiles y se proyectan con cierta dificultad. Este segundo aspecto penalizó no poco su rendimiento en un rol que requiere una voz algo más gruesa en el centro. Pero es de agradecer que Pratt cantara siempre con su voz, sin oscurecer falsamente la voz y sin forzar. El momento menos convincente de su prestación fue sin duda la canción del sauce del tercer acto, en la que se echaba en falta una voz de consistencia diversa, así como una mayor variedad de dinámica y fraseo. Por contra, estuvo bien en la exigente escena dramática del segundo acto. Abordó con precisión las agilidades previstas, con variedad de acentos, messe di voci e distribuyó agudos y sobreagudos como quiso (coronó incluso la escena con un mi natural, aunque le resultó algo fijo). Cabe esperar que la soprano australiana se presentará a Barcelona en unas circunstancias menos precipitadas y, quizá, en un rol que se adapte mejor a sus dotes naturales.
El intrigante Jago fue confiado al arte anodino de Yijie Shi, que cantó con voz insulsa, escasos colores, desconcertante impersonalidad y agudos nasalizantes. Lidia Vinyes-Curtis interpretó a Emilia (en lugar de la prevista Maria José Lo Monaco) con voz indefinida e indistinta y de limitada proyección. Beñat Egiarte fue un Gondoliero de voz atractiva, pero con evidente carencia del correcto sostén del fiato y sin dominio del pasaje. Pésimo sin paliativos Mirco Palazzi como Elmiro.
La concertación de la velada estuvo a cargo de Christopher Franklin que optó para presentar la obra en su casi total integridad, recortando sólo algunos recitativos, cosa que me parece una buena elección para una versión concertante. Pero la batuta de Franklin no destacó particularmente por su delicadeza, con dinámicas y balances no siempre bien resueltos, como tampoco fue delicada la respuesta de la orquesta (calamitosa la introducción de trompa al dúo Desdemona-Emilia del primer acto; al otro extremo, muy correcto el solo de arpa del tercer acto).
N. Ivanoff
Rossini – Otello
Atto II
Che smania, ohimè! Che affanno…L’error d’un’infelice – Jessica Pratt (2016)
Avendo avuto modo di ascoltare la prima e il broadcast radiofonico non posso che concordare. Una produzione salvata dall’inaspettato arrivo della Pratt che, ancora una volta, si conferma oggidì al di sopra di qualsiasi concorrenza in tale repertorio (le presunte rivali non le nomino neppure per evitare pubblicità alle mediocrissime ugole).
A rigore non avrebbe una voce adatta ai ruoli Colbran, ma la tecnica le permette di ottenere risultati di alto livello e stagliarsi senza fatica alcuna al di sopra dei colleghi, compreso il bollito Kunde che dovrebbe pensare di eliminare dal repertorio certi ruoli (Merritt e Ford non li rimpiangerò mai abbastanza!).