Roberto Devereux obra olvidada en Madrid desde los años 70 volvió en 2013 con Bros y Gruberova en versión de concierto y ahora en 2015 al Teatro Real por fin vuelve a la escena.
El domingo 27 asistimos al segundo reparto y salimos con la tristeza de una pobre dirección de orquesta y una escenografía insulsa por la que se habrá pagado un patrimonio. Del vestuario soso y oscuro en el que solo destacan los rojos de la Reina no hay nada que decir. Y de la insulsa escena la que la única sorpresa es una araña en el centro de la escena al modo de trono de Elisabetta, si esto es lo que pueden hacer los escenógrafos sería mejor volver al cartón piedra y hacer decorados históricos. El reparto en conjunto se podría decir que es de lo mas redondo de los últimos años en el Real pero hay que entrar en
muchos detalles.
Del reparto destacar a Ismael Jordi es fácil, porque es un cantante que sabe que puede hacer con su voz, como la maneja y cuida el canto es algo estimable, pena que la voz de naturaleza pobre y corta no le es más agradecida. Su estilo puede recordar a la prestación de Bros de hace 2 años pero sin la nasalidad desagradable del valenciano. Su peor momento como le sucedió a Bros fue “Bagnato il sen di lagrime” que excede sus medios, y que suponemos Rubini debía bordar en Paris cuando la cantó junto a la Grisi.
Angel Odena es un baritono que repite en Madrid, de voz suficiente pero con tendencia a la gola, intenta ser noble y a veces lo consigue, como lo fue en Germont en año pasado, pero como Nottingham hay momentos en que al forzar descontrola mucho la voz.
Simeoni es una Sara que no le falta interés, tiene una voz que se hace oír por su buena linea de canto y es un papel relativamente asequible a sus medios. En “All afflitto e dolce il pianto” ha cantado con gusto y buena línea, y solo se le puede poner el reparo de cierta tendencia a engordar la voz y esta se queda hueca. Recibió una buena salva de aplausos.
La Dirección de Andriy Yurkevych fue muy floja con una obertura que sonó descontrolada y hueca, demasiado sonora en momentos y poco dada a acompañar a los cantantes. Escuchando la de la Radio podría preferir a Campanella pero tampoco parece que la orquesta este en sus mejores momentos.
Dejo para el final a Elisabetta, con una Maria Pia Piscitelli que se entrenaba en el Teatro Real. Es una cantante voz lírica que se queda un poco corta para las virtudes de un papel escrito para grandes voces. Se maneja bien en las medias voces pero a veces la proyección, sobretodo en escenas de
conjunto, parece un poco escasa pero su talón de Aquiles son los agudos que tienden a ser fijos. En el acto I “L’amor suo mi fe’ beata” se manejo bien para cantar a media voz, pero con subidas al agudo desagradables y que suenan como gritos histéricos. En “Se amor te guida” tanto las coloraturas y subidas al agudo no le hacen ningún favor. En “Vivi ingrato” bien atacado de inicio y manteniendo bien la linea, pese a que frases como “la Regina d’Inghilterra” que parecían ser demasiado. Después supo ir cargando de tensión al final, pero en “quel sangue versato” se vio excedida por la parte y hubo más grito que cantó, debía haber controlado mejor su canto y eso no es bueno siendo una joven cantante tan apoyada en los medios de comunicación. La impresión final no es mala pero aquí no estará la Elisabetta que haga olvidar a Caballe, Gencer o Gruberova.
Julian Gayarre