Palau de la Música Catalana, 17 de diciembre de 2014
Cuando la oferta operística en la ciudad de Barcelona parece haberse convertido definitivamente en algo mediocre y anodino, cuando las vocecitas enclenques y destimbradas se han convertido en lo cotidiano, no es de extrañar que el primer concierto en solitario (o casi) de Anna Netrebko en la ciudad condal suscitara, por lo menos, el interés de los aficionados. Digo que no es extraño porque la soprano rusa posee un instrumento lírico privilegiado, de gran calidad y belleza, y de cabal generoso; se trata, en definitiva, de una auténtica voz operística, lo que no deja de ser una rara avis en los tiempos que corren. Dicho esto, veamos qué y cómo cantó.
Su intervención se inició con la escena de entrada de Lady Macbeth, uno de los últimos papeles incorporados a su repertorio y cuyos resultados ya han sido debidamente reseñados en este sitio. Por mi parte, en esta primera pieza, pude apreciar los esfuerzos evidentes de la soprano para conferir a la zona central y grave de la voz un espesor y penetración que no posee en natura. Escuchamos una voz lírica (privilegiada y ancha, pero lírica), una Mimì o una Adriana, haciéndose pasar por una voz dramática. Esos esfuerzos magnificaban la ya de por sí marcada guturalidad del centro y grave de la voz (el grave, en realidad, más bien resulta “tubato”). Esta circunstancia comprometió gravemente la ejecución de los trinos previstos y de la coloratura de la cabaletta. Por contra, los ascenso al agudo (incluyendo el do de “retrocEde” y el de la cadencia del aria) en general fueron fáciles, aunque alguno resultó –todo hay que decirlo– un poco duro y gritado. Asimismo, debo señalar que confió la caracterización del personaje tan sólo a la exhibición de sus poderosos medios, pero no buscó la variedad en los colores o un fraseo incisivo (no es sorprendente, porque ni su emisión vocal le permite ser especialmente hábil en la pronuncia; tampoco mostró instinto teatral al recitar la carta, que salmodió como una colegiala en la representación de fin de curso).
La siguiente intervención de la soprano fue el aria del primer acto de Il Trovatore. Netrebko ofreció en este caso una emisión algo menos gutural, un poco más alta. Ello le permitió ejecutar con corrección las agilidades y trinos de la cabaletta e incluso obtener una línea de canto relativamente aseada, aunque en ningún caso llegó a plasmar la atmosfera de ensoñadora de la escena.
Concluyó la primera parte del concierto el dúo “Già nella notte densa”, junto a Yusif Eyvazov. Sin duda, el Sr. Eyvazov no puede describirse con la palabra ‘tenor’; ‘cantante’, tampoco. El partenaire de Anna Netrebko vocifera con una horrenda emisión abierta, todo de cuello y apretando el sonido a fuerza bruta. Un esperpento. Su prestación deslució la de la protagonista de la velada, que cantó correctamente, con buenas medias voces, aunque con pronuncia pobre y con fiato manifiestamente corto (p. e. “e quanta speme # ci condusse # ai soavi # abbraciamenti”), incluso con algunas vacilaciones en la afinación (p. e. en el sol de “per la TUA pietà”).
En la segunda parte del concierto, Anna Netrebko tres grandes arias ‘veristas: “In quelle trine morbide”, “La mamma morta” y “Io son l’umile ancella”. En todas ellas, trató de jugar la carta de un tiempo lento, para exhibir al máximo la belleza de la voz y bellas medias voces (al estilo Caballé, para entendernos). Pero el efecto perseguido sólo es posible cuando la voz está sustentada en una emisión liberada y un apoyo firme del fiato; sólo así se consigue un legato de alta factura y que los sonidos corran y se expandan libres por la sala. La media voz de la Sra. Netrebko, a pesar de ser bella y audible, incluso caudalosa, no se proyecta todo lo que debería; la emisión gutural dificulta la pronuncia, el fraseo y la caracterización del personaje, del mismo modo que el fiato corto desdice el conjunto (p. e. “in quelle trine morbide # nell’alcova dorata # v’è un silenzio # gelido, mortal, # v’è un silenzio, # un fredo # che m’agghiacia!). La interpretación más resultona fue el aria de Chénier, quizá la pieza más adecuada al temperamento inerte de la soprano y donde sorprendió con un fiato algo más generoso y donde produjo frases de notable calidad (p. e. “Fu in quel dolore # che a me venne l’amor! # Voce piena d’armonia e dice”). Fue premiada con la ovación más franca de toda la noche. Por contra, rindió por debajo de lo esperado en el aria de Adriana.
La segunda parte acabó de nuevo con un dúo: “Tu, tu, amore” de Manon Lescaut. La interpretación fue penalizada por la simple presencia del “tenor” Eyvazov y, de nuevo, por la tendencia de la soprano a exagerar e hinchar sobremanera el centro y el grave de la voz, zona en que debe cantar la mayor parte del tiempo.
Ante los cálidos aplausos del público, el “tenor” Eyvazov osó cantar “Nessun dorma”, por sorpresa de todo el mundo. Mejor corramos un tupido velo, por cómo cantó y por la reacción favorable del respetable. A su vez, la soprano interpretó el aria de Rusalka, a la que no consiguió dar el carácter de plegaria, en buena parte por culpa de unos pianissimi de escasa proyección (quizá la culpa se pude acachar también a las penosas intervenciones solistas de la trompeta). Finalmente, repitió, quizá a modo de enmienda, el aria de Adriana, con resultados algo mejores. El acompañamiento del concierto, indigno de tal nombre, fue a cargo de la pésima, indigna y vergonzosa Orquestra Simfònica del Vallès y de un decibélico y bandístico Massimo Zanetti.
A modo de conclusión, permítaseme decir que el aria de Macbeth y el dúo de Manon Lescaut ponen en duda el acierto de la soprano al escoger un repertorio que muchas veces sobrepasa la calidad lírica de su instrumento, mientras que sus interpretaciones mejoran sensiblemente cuando permanece en el espacio que podría pertenecerle por naturaleza. Pero tanto en un ámbito como en el otro, no puedo dejar de lamentar que la Sra. Netrebko no se aplique más en la gestión del fiato y persista en cantar con unos centros y graves pesados, atrasados y guturales. Si no fuera así, con la voz que tiene, como suele decirse, “otro gallo cantaría”.
Nicolai Ivanoff
Ieri la Netrebko ha cantato diverse pagine di questo programma a Roma con Pappano. Io della trasmissione radio ho sentito solo “Cäcilie” di Strauss. La pronuncia tedesca di madame Anna è quella che qui in Germania chiamano Kitzdeutsch o Kanacksprache, come si dice soprattutto qui in Baden-Württemberg e in Bayern per prendere in giro gli immigrati che storpiano il tedesco 😀
Io ero in sala lunedí 22… Cominciamo con Pappano: é un direttore che amo, secondo me sa raccontare le storie (qualità ormai rara tra i direttori d’opera), ma é stato molto inferiore a se stesso, sia in Verdi che in Strauss (su Dvorak diró poi).
Netrebko: un pianto! Perché pensa che una volta persi gli acuti si possa cantare Lady Macbeth? Suoni intubati, passaggio di registro inesistente, problemi enormi di intonazione, pronuncia… Mi ha ricordato la caricatura del russo nell’aria “Medaglie incomparabili” del “Viaggio a Reims”… (Quanto fece bene Strehler alla Scala e far leggere la lettera dalla voce fuori campo di Cappuccilli, un arbitrio ma un grande colpo di teatro!) Temperamento da Mimí, invece della demoniaca grandiosità di uno dei personaggi versioni piú complessi… Ok la Ladi per me é la Verret (anche se qualcuno avrà da ridire. Dimenticavo… Nota strozzata che mi ha lacerato un timpano al termine della scena del sonnambulismo è uscita da diva del muto (ma mancava la tenda cui attaccarsi). Pappano ha fatto quello che ha potuto ma ci ha messo del suo nel non trovare il bandolo della matassa anche nelle pagine in cui la DIVA non c’era… Peccato perché avrebbe potuto risollevare almeno in parte il concerto.
Seconda parte: ouverture Otello di Dvorak. Tirata via è suonata benino dall’orchestra… Rientra la DIVA… (Abito a caramella che si vede anche a Barcellona). Più che Rusalka sembrava la strega…anche qui ogni volta che c’era da salire era un disastro. Il confronto con quanto udito all’opera di roma poche settimane prima (uno spettacolo che é stato un vero miracolo e di cui mi spiace che qui nessuno abbia parlato…) era imbarazzante (per donna Anna).
Strauss o forse Straussosky visto come ha pronunciato il tutto (la pronuncia eurosbobbica di celletta a memoria é diventata russoborshika). Grazie per l’omaggio fuori programma ma ne avremmo anche fatto a meno. Per finire Til Eulenspiegel: Pappano lo ha compitato – peccato perché mi aspettavo grandi cose – me… il primo corno era Allegrini e… Incredibile! Ha scroccato: sono stato quasi contento di sentire che anche i mostri (in senso più che positivo) possono sbagliare, un vero uomo in un mondo di macchine. Buon Natale!
grazie kleiber. mi sa che c’era anche Tamburini e che ne scrivera diffusamente
Eppure Kleiber il ruolo di Rusalka e perfetta per sua vocalità,e si trova a suo agio,comunque all’ascolto radiofonico non mi e sembrato il disastro che tu scrivi
Io l’ho trovata addirittura peggiorata rispetto alle ultime già imbarazzanti prestazioni..
Tutto secondo le previsioni.
A tutti un felice Natale.