El 5 de mayo de 1959, Maria Callas, en su única aparición en el Gran Teatre del Liceu, cantó la escena final de Il Pirata, en una demostración de lo que significa expresar y actuar con el canto (incluso cuando los mejores tiempos de su voz eran ya historia) y cuyo recuerdo permanece todavía vivo en algunos de los más veteranos liceístas. Años más tarde, concretamente el 1 de enero de 1971, llegó la primera representación “completa” de Il Pirata en el coliseo barcelonés, con Montserrat Caballé (en una de sus grandes noches), Bernabé Martí y Vicenç Sardinero en los papeles protagonistas. Después de tantos años, ha vuelto ahora en versión de concierto, con los habituales cortes de los da capo (solo se interpretó la repetición de «Oh sole, ti vela») y de alguna escena de transición, de la mano de Mariella Devia, Gregory Kunde y Vladimir Stoyanov, con unos resultados que invitan más a la nostalgia que a la alegría.
El rol de Gualtiero fue compuesto para el tenor Rubini, con una tesitura muy ardua, pues insiste desde el do central hasta los más vertiginosos sobreagudos (previsto hasta el re..). Sin embargo, lo esencial era la capacidad del intérprete para producir un canto angelicato, legato, mórbido y, a la vez, con cierta bravura. Gregory Kunde, debutando el rol a sus casi 59 años de edad, fue capaz de mantener la tesitura e incluso interpolar, si cabe, todavía más agudos y sobreagudos, aunque muchas veces no fueron de buen gusto ni estuvieron bien afinados (especialmente en las escalas). Sin embargo, la interpretación de su parte resultó pobre e insuficiente a causa de la incapacidad de ligar los sonidos, así como de la incapacidad de aligerar la emisión sin perder proyección, afinación y los pocos harmónicos que quedan a una voz usurada, fibrosa, dura y áfona, además de atrasada y engolada. De todos modos, hay que dejar constancia del empeño y el coraje que mostró en un rol cuya tesitura hoy en día pocos podrían mantener. Pero, constreñido a cantar en forte, fortissimo y sin legato, su interpretación, sobre todo en los andantes de los dúos, resultó monocromática, anodina e incluso ofensiva a falta de la mínima expresión melancólica que el rol requiere.
Mariella Devia, definida por el teatro como la reina actual del belcanto y recibida con una ovación cerrada al pisar el escenario (aunque en el Liceu había cantado sólo Adina en 2005, con resultados no especialmente brillantes), asumió el reto de cantar el rol de Imogene, que desborda de mucho sus dotes naturales. La particella, compuesta para la soprano Henriette Méric-Lalande, exige un registro grave y central poderosos, y a la vez se requiere un agudo fácil que consienta llegar hasta el do sobreagudo sin dificultad. Se necesita una voz a fuoco en todos los registros, capaz de emitir frases dulces y acariciadoras, sin dejar de imprimir un carácter incisivo, variado y dramático en los recitativos, en las coloraturas, etc. La naturaleza de soprano ligera fue, pues, el primer impedimento para que Mariella Devia pudiera hacer plena justicia al papel, ya que la primera octava es hueca y el centro, donde se mueve mayoritariamente la tesitura, especialmente hoy a 64 años de edad, no posee la belleza, el espesor y la penetración que serían deseables. A pesar de su sólida preparación técnica, muy superior respecto a cualquier cantante más joven, la voz no parece estar completamente liberada y a fuoco (por lo menos en el centro y en el primer agudo), porque nunca llega a llenar por completo la grande sala del Liceu (en los últimos, años privilegio exclusivo de Edita Gruberova). Además, actualmente, en el centro la afinación no es infalible y la capacidad de apianar y de ligar los sonidos se encuentran en claro declivio. De la misma forma, las agilidades vienen ejecutadas con laboriosidad y, a veces, con poca precisión. En definitiva, para Imogene, le falta la imprescindible agilità di forza. Esto fue especialmente perceptible en la cavatina, cuando la voz estaba todavía fría (le cuesta mucho calentar, como es habitual en cantantes de edad avanzada). No obstante, a lo largo de la función y sobre todo en los andantes de los dúos y en el cantábile de la escena final todavía pudo desgranar algunas frases de nota, con una gestión del aliento todavía remarcable y cierta volada lírica. Quede, pues, constancia de que no hay que confundir al grande cantante con los resultados efectivos de una función y de un rol en particular. Pero en conjunto, su prestación palideció a causa de la falta del peso dramático adecuado a la parte, la excesiva uniformidad de los colores, la escasa variedad de acentos, la poca diversidad en el fraseo y la falta generalizada de garra.
El papel de Ernesto, estrenado ni más ni menos que por Antonio Tamburini, estaba confiado a Vladimir Stoyanov. La emisión es completamente atrasada, caída y gutural. Como tantos barítonos hoy en día, busca más anchura y oscuridad en la gola y resuelve los agudos todavía más atrás. Naturalmente, ello le impide tener un mínimo de proyección y solventar una sola frase sin gritar. ¡Pobre Bellini! Insignificantes, sin proyección y cubiertos con demasiada facilidad, los tres secundarios.
Antonino Fogliani llevó la batuta con discreción, procurando acompañar y no tapar el canto, pero sin especial pulso o imaginación. En realidad, uno tenía la sensación de asistir a un ensayo general, ya que los balances no siempre estuvieron bien conseguidos (sobre todo en el primer acto). El coro respondió con corrección, aunque con algunas estridencias (sobre todo por parte de la sección femenina) que, claro está, hubiera sido preferible evitar.
A modo de conclusión, diría que me parece verdaderamente desolador constatar que ambos protagonistas de esta representación, ya en edad de jubilación y con independencia de los resultados obtenidos, son seguramente los únicos que a día de hoy pueden afrontar una ópera tan exigente sin morir en el intento. Me parece todavía más triste tener que admitir que este Pirata ha resultado ser un gran éxito, premiado con casi un cuarto de hora de aplausos, porque dos cantantes sexagenarios han sido capaces de ofrecer un nivel de canto superior a todo lo escuchado en Barcelona esta temporada y en parte de la precedente. Las generaciones posteriores a Devia y Kunde hablan, declaman, susurran, gritan, pero raramente cantan, y por lo general son los cantantes veteranos, en decadencia y en papeles que superan sus límites, quienes todavía tienen algo que ofrecer. Ante el mediocre presente del melómano, me pregunto si en el futuro tendremos que renunciar a ir al teatro y conformarnos definitivamente con el recuerdo del pasado.
Nicolaj Ivanoff ( 4.1.2013 )
Il 5 maggio 1959 Maria Callas, nella sua unica apparizione al Gran Teatre del Liceu, cantò la scena finale de Il Pirata, in una dimostrazione di ciò che significa esprimere e recitare con il canto ( anche se i migliori tempi della sua voce erano già storia..) ed il cui ricordo è ancora vivo tutt’oggi tra i liceisti veterani. Anni dopo, concretamente il 1 gennaio 1971, arrivò la prima rappresentazione scenica del Il Pirata nel coliseo barcellonese, con Montserrat Caballé ( in una delle sue grandi notti ), Bernabè Martì e Vinceç Sardinero come protagonisti.
Dopo tanti anni ha avuto luogo ora una versione concertistica, con gli abituali tagli dei da capo ( è stato eseguito di fatto solo quello di “O sole ti vela” ) oltre che di alcune scene di transizione, protagonisti Mariella Devia, Gregory Kunde, Vladimir Stoyanov, con un risultato che invita più alla nostalgia che all’allegria.
La parte di Gualtiero venne composta per Rubini, in una tessitura molto ardua, dal momento che insiste dal do centrale sino ai più vertiginosi sopracuti ( la parte sale sino al re..) Senza dubbio è essenziale la capacità dell’interprete di produrre un canto angelicato, legato, morbido e allo stesso tempo di speciale bravura.
Gregory Kunde debuttando il ruolo a 59 anni è stato capace di reggere la tessitura ed anche di interpolare acuti e sopracuti, sebbene molte volte non siano state note di buon gusto né perfettamente intonate ( le scale in modo particolare ). L’interpretazione è risultata povera ed insufficiente a causa dell’incapacità di di legare i suoni, come pure di alleggerire l’emissione senza perdere in proiezione, intonazione e i pochi armonici che restano ad una voce usurata, fibrosa, dura ed afonoide, oltretutto indietro. Tuttavia occorre tenere conto dell’impegno e del coraggio dimostrati nell’affrontare un ruolo la cui tessitura oggi può essere retta da pochissimi, forse nessuno. Costretto a cantare forte, fortissimo e senza legato, Kunde è parso monocromatico, soprattutto negli andanti dei duetti, anodino, del tutto carente della minima esprssione malinconica che la parte richiede.
Mariella Devia, definita dal teatro come la regina attuale del belcanto ed accolta al suo entrare in scena da una grande ovazione ( al Liceu aveva cantato una sola volta, nel 2005, come Adina, senza destare particolare impressione ), si è assunta l’onere del ruolo di Imogene, assai più pesante rispetto ai suoi mezzi naturali . La particella composta per il soprano Henriette Meric Lalande esige un registro grave e centrale poderosi, come pure una bella facilità di salire sino al do senza difficoltà, una voce a fuoco in tutti i registri, capacità di emettere frasi dolci e carezzevoli, la possibilità di conferire incisività all’accento, variegato e drammatico nei recitativi, nelle colorature etc.. La sua natura di soprano leggero è il primo ostacolo per poter rendere piena giustizia al ruolo, la prima ottava vuota e il centro, dove la tessitura maggiormente insiste, privo del fascino timbrico, specialmente ora a 64 anni di età, dello spessore e della penetrazione auspicabili. Nonostante la sua solida preparazione tecnica, di molto superiore a qualunque cantante più giovane, non riesce a mantenere la voce completamente libera e a fuoco ( per lo meno al centro e nei primi acuti ) dato che non riesce mai a riempire completamente la grande sala del Liceu ( negli ultimi anni privilegio esclusivo di Edita Gruberova ). Oltrettutto attualmente al centro l’intonazione non è infallibile e la sua capacità di legare pare in chiaro declino. Allo stesso modo, le agilità vengono eseguite con laboriosità e poca precisione, in definitiva una Imogene cui manca l’imprescindibile agilità di forza. Tutto ciò è stato percepibile nella cavatina, quando la voce era ancora fredda ( le costa parecchio riscaldarsi, come accade nei cantanti di carriera avanzata ). Nonostante ciò, nel corso della recita e soprattutto negli andanti dei duetti e nei cantabili della scena finale ha eseguito frasi degne di nota, esibendo una gestione del fiato rimarchevole ed un certo lirismo. Occorre essere consapevoli che non possiamo confondere la grande cantante con il risultato specifico di questa prova e di questo ruolo in particolare, che nel complesso ha prodotto un risultato pallido per la mancanza di peso drammatico adeguato alla parte, eccessiva uniformità nei colori, poca varietà di accento, più in generale di vero fraseggio e di incisività.
Il ruolo di Ernesto, nato per Antonio Tamburini, era affidato a Vladimir Stoyanov, dall’emissione completamente indietro, calante e gutturale. Come tanti baritoni odierni cerca di scurire e di ispessire la voce in gola risolvendo poi gli acuti ancora più indietro. Naturalmente ciò gli toglie proiezione e la capacità di risolvere anche una sola frase senza gridare. Povero Bellini!
Insignificanti, senza proiezione e facilmente coperti i tre comprimari.
Antonino Fogliani ha diretto discretamente, cercando di accompagnare senza ostacolare il canto, ma senza speciale impulso o fantasia. In realtà si è avuta la sensazione di assistere ad una prova generale nella quale gli equilibri non sempre erano ben realizzati ( nel primo atto in particolare ). Il coro ha risposto correttamente, anche se con alcuni stridori ( nella sezione femminile sopratutto ) che sarebbe stato meglio evitare.
Per concludere, vorrei dire che mi pare veramente desolante constatare che entrambi i protagonisti di questa rappresentazione, in età da pensione ed indipendentemente dai risultati ottenuti, sono sicuramente gli unici che possono affrontare un ‘opera tanto esigente senza morire nel corso della recita. Mi pare ancor più triste, tuttavia, ammetter che questo Pirata ha riscosso un grande successo, premiato ad un quarto d’ora di applausi, perché due cantanti sessantenni sono stati capaci di offrire un livello professionale di canto superiore a tutto quanto ascoltato a Barcelona in questa stagione come in gran parte della precedente. La generazione che segue Marielle Devia e Gregory Kunde parla, declama, sussurra, grida, però raramente canta, ed in generale i cantanti veterani, in declino ed in ruoli che superano i loro limiti, hanno ancora qualcosa in più da offrire. Davanti al presente melomane, mi chiedo se nel futuro dovremo rinunciare a andare a teatro ed adattarci definitivamente al ricordo del passato.
Giulia Grisi
Gli ascolti
Bellini – Il Pirata
Atto I
Nel furor delle tempeste – Gregory Kunde (2013)
Lo sognai ferito, esangue – Mariella Devia (2013)
Atto II
Tu vedrai la sventurata – Giuseppe Morino (1987), Gregory Kunde (2013)
Col sorriso d’innocenza – Mariella Devia (2013)
delle due l’una: o il pubblico o Nicola Ivanov hanno frainteso il valore artistico della serata o, forse, il pubblico non era in serata per disprezzare e Nicola Ivanov per apprezzare.
l’audio dal liceu non era affato buono. Che poi il pubblico applauda nomi, icone ed anche cantanti fuori parte molto capci ma inadeguati è certo ormai. E’ stato anche scritto che con questi difetti sono stati la cosa migliore passata dal liceu in questa stagione. Che il pirata non si canti in quel modo strozzandosi tutta sera lui e con la vocina da adina lei però è cosa certissima.
La cosa veramente triste, a mio avviso, è che a cantare almeno le note di questi ruoli siano rimaste une ex Zerbinetta e una ex Gilda. Fra tre o quattro anni, chi canterà Imogene? La Netrebko? Simone Kermes? La Bartoli in un estremo accesso di follia? E Gualtiero? Florez o magari Grigolo? C’ è di che essere davvero pessimisti.
Ho sentito tutta la diretta radio e trovo la recensione di Ivanov molto equilibrata. Resta per me un mistero quale forza indomita faccia debuttare in un ruolo simile Kunde alla sua età e con una voce veramente “troppo usurata”, per conseguirne poi risultati inevitabilmente miseri.
Se sulla base della mia esperienza devo scendere nello specifico, a giudicare dai quattro ascolti gentilmente messi a disposizione dalla casa, ritengo che il successo arriso a Mariella Devia e a Greg Kunde sia strameritato soprattutto considerando che non era un incisione ma una recita dal vivo (ma Kunde ha cantato così dopo Otello? mi parrebbe strano e nella positiva complimenti). Prendendo spunto dalle riflessioni di Mozart2006 devo far notare che non é ipotizzabile che ogni quattro anni sia possibile allestire decentemente il Pirata visto che (tanto per limitare al mero cantare le note) il problema ancora maggiore é trovare il cantante adatto al ruolo del titolo che a mio avviso él ruolo talmente impervio e insidioso che, se cantato con dovizia di variazioni (cosa da cui si astennero sia Corelli che P.M. Ferraro) e sfumature, espone il tenore al rischio sistematico della disomogeneità (non mi riferisco solo a Martì a disagio anche in sala d’incisione ma per esempio a Morino). Disomogeneità che comunque ha sempre contraddistinto la vocalità di Kunde che, se fosse un cambio di una Porsche, avrebbe al massimo quattro buone marce ma non cinque, sei o sette come certi circuiti richiederebbero. Disomogeneità di cui lo stesso Kunde (dopo la sua “riscoperta”) é ben conscio e alla quale ha saputo confrontarsi anche in questa impresa, regalando momenti vigorosi ma pure eleganti e qualche sciabolata delle sue che dal vivo sono sempre assai suggestive. Mariella Devia ha fatto la “sua” Imogene che avrebbe potuto trovare cittadinanza anche nel 1830. Certo Callas (però nell’edizione scaligera di cui si ritiene esista una copia nell’archivio del tempio milanese non nelle successive) e Caballè (di cui conosco l’incisione ufficiale fatta nel suo periodo migliore) hanno vocalità diverse e i più pigri mentalmente vorrebbero che tutte le Imogeni si ispirassero a loro. Io allora consiglio di riprendere in mano l’edizione di Martina Franca dove (a prescindere dall’esito chiaramente incompiuto) le parti principali vennero affidate a due cantanti che per estensione e capacità di sfumare avrebbero teoricamente potuto restituire un Pirata integrale così come scritto e nello stile del tempo.-
Nicolaj Ivanoff siccome l’ascolto per radio mi ha trovato perfettamente d’accordo con te,ed esprimendo questa condivione di parere su un altro sito (OC) qualcuno mi ha fatto notare che io ho ripetuto non solo il concetto,ma anche alcune parole che tu hai scritto,questo per dirti continua pure,che sei letto anche in altri siti,
sulla Devia e Kunde l’unica cosa che mi rallegra,sono gli applausi alla carriera,non certo per la loro recita.
sempre per la Devia,ho l’impressione che abbia già dei vedovi,anche se è ancora viva..
comunque adesso la sentiremo nel ruolo della “sacerdotessa nonna” con la sua voce da soprano leggero,per la gioia dei sudetti..